La contaminación generada por los gases refrigerantes: impacto ambiental y soluciones
¿Hay solución a los gases refrigerantes y a la contaminación que generan? Empecemos por el principio: los gases refrigerantes son fluidos que, dentro de los equipos de aire acondicionado convencionales, pasan de estado líquido a gaseoso. ¿El objetivo? Absorber el calor del aire y enfriar el ambiente. Por desgracia, son responsables en gran parte de la contaminación que está propiciando el cambio climático. Por ello, acabar con ellos y apostar por otros sistemas alternativos de climatización más respetuosos con el medioambiente es de vital importancia.
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¿Dónde se pueden encontrar gases refrigerantes?
En estos momentos, la mayoría de estos gases contaminantes se encuentran en el interior de los equipos de aire acondicionado instalados en los hogares. No importa si se habla de modelos de tipo split o por conductos.
Del mismo modo, los grandes dispositivos de climatización utilizados para refrigerar las naves industriales, las fábricas y demás centros profesionales también los emplean. Incluso es posible encontrarlos en los sistemas de aire acondicionado de los coches, autobuses y camiones.
No obstante, los gases refrigerantes forman, asimismo, parte indispensable de los electrodomésticos más imprescindibles de cualquier cocina. Es el caso, cómo no, de las neveras y congeladores que todo el mundo tiene en su vivienda.
En algunas ocasiones y utilidades, el uso de estos gases es imprescindible. Hablamos de actividades como el enfriamiento de alimentos o de la congelación de determinadas cosas que, por su naturaleza, deben estar a temperatura muy bajas. Pero por el contrario, es necesaria e inmediata una solución a los gases refrigerantes que se encuentran en los sistemas de climatización destinados a personas, ya que existen alternativas mucho menos contaminantes e inteligentes.
¿Qué problemas generan los gases refrigerantes en términos de contaminación?
Antes de nada, conviene aclarar los peligros derivados del uso de gases refrigerantes se miden según el índice GWP (global warming potential o “potencial de calentamiento global”). Se trata de un indicador que permite saber cuánto calor es capaz de atrapar un gas de efecto invernadero comparado con el dióxido de carbono. Una de sus ventajas principales es que puede calcularse para períodos que van desde los 20 a los 500 años.
Dicho esto, estas son las principales consecuencias ambientales que generan este tipo de gases contaminantes.
Destrucción de la capa de ozono
Los clorofluorocarburos o CFC son gases compuestos, como su propio nombre indica, por cloro, flúor y carbono. Se hicieron muy populares en la década de 1930, cuando los primeros equipos de aire acondicionado domésticos alcanzaron una gran popularidad.
El problema está en que, al entrar en contacto con la radiación ultravioleta del sol, los compuestos CFC se disocian y liberan radicales de cloro que, al entrar en contacto con las moléculas de ozono, las deshacen.
Esta reacción química provocó un enorme agujero en la capa de ozono, que es la responsable de evitar que dicha radiación ultravioleta llegue hasta la superficie del planeta y los seres vivos. Sin ella, la vida habría sido imposible.
Por suerte, en 1987 se aprobó el protocolo de Montreal, que prohibió el uso de CFC a partir del año 2010 (también de los hidroclorofluorocarburos o HCFC puros). Gracias a esta medida, se espera que la capa de ozono esté recuperada por completo a mediados del siglo XXI. Así lo asegura un estudio publicado en la revista Nature.
Para determinar la capacidad de destrucción de un gas refrigerante se aplica el índice ODP (ozone depletion potential o “potencial de destrucción de ozono”). Este valor oscila entre 0 y 1, y emplea como gas de refrigerante de referencia el R-11, al cual da un valor de 1.0. Por suerte, a día de hoy, la mayoría de los utilizados está en cero o en unas pocas décimas.
Calentamiento global y efecto invernadero
Ha quedado claro que, aunque se esté en el camino correcto, el problema de la capa de ozono no está solucionado. Sin embargo, ahora hay otro frente abierto igual de importante: tras el abandono de los CFC, la industria del aire acondicionado empezó a usar otros gases refrigerantes igual de peligrosos, pero en otro sentido. Aquí se hace referencia al efecto invernadero y a su principal consecuencia, que es el calentamiento global.
El efecto invernadero es un fenómeno que impide que la radiación solar que llega a la Tierra sea reflejada, provocado por una serie de gases como el dióxido de carbono que la “atrapan” y la devuelven a la superficie. Este hecho se traduce, inevitablemente, en un incremento de las temperaturas medias del planeta. Con el paso del tiempo, dará lugar a un cambio climático que cada vez parece más difícil de evitar.
La mayoría de los gases refrigerantes empleados en la actualidad tienen un elevado índice GWP (superior a 1500). Por lo general, los equipos que generan la mayor cantidad de este tipo de emisiones son aquellos que superan los 5 años de antigüedad. También los sistemas de climatización utilizados en grandes superficies comerciales e industriales.
Además, el potencial de contaminación de este tipo de gases quedó reflejado en un estudio elaborado por la Umweltbundesamt que gozó del respaldo de la Agencia Federal Alemana. En él se llegó a la conclusión de que, si sigue la tendencia, en el año 2050 serán el responsable del calentamiento global en un 7,9 %. En el año 2004 estaban solo en el 1,3 %.
La normativa vigente sobre gases refrigerantes
Sin duda, la normativa más importante publicada por la Unión Europea respecto a los gases refrigerantes es la conocida como “F-Gas” (Reglamento UE Nº 517/2014 del Parlamento Europeo y del Consejo). Más tarde, España desarrolló su propia legislación en la materia partiendo de ella (Real Decreto 115/2017, de 17 de febrero, por el que se regula la comercialización y manipulación de gases fluorados y equipos basados en los mismos).
Ambas normativas prohibieron el uso de gases refrigerantes cuyo GWP estuviera por encima de 150, es decir, con un potencial para generar efecto invernadero 150 veces superior al CO₂. De este modo, la fecha en la que dejaron de poder usarse fue el 31 de diciembre de 202, siendo los principales damnificados:
- R-410A.
- R-407A.
- R-407F.
- R-134A.
- R-449A.
- R-448A.
- R-450A.
La tendencia de la sociedad es poner rumbo a una economía verde
En palabras de la propia Organización de Naciones Unidas, la economía verde se define como aquella que tiene como objetivo alcanzar una mayor equidad social y bienestar humano, a la vez que reduce la escasez ecológica y los riesgos ambientales. Se sustenta, además, sobre la justicia, la buena gobernanza y la erradicación de la pobreza, así como en:
- La eficiencia. Es decir, el gasto óptimo de los recursos. En ese sentido, mediante la economía circular, trata de reducir al mínimo los residuos generados. Esto abarca también el ámbito de la climatización y de la energía.
- Reducción de las emisiones de carbono y otros gases de efecto invernadero para frenar el calentamiento global.
Ahora bien, pese a que la economía verde es un objetivo a largo plazo, la sociedad empieza ya a exigir sentar sus bases. Prueba de ello son todas las legislaciones aprobadas a las que se han hecho referencia antes que tienen que ver con los gases refrigerantes.
¿Existen sistemas de climatización alternativos que no usen gases refrigerantes?
La respuesta es que sí. De hecho, estamos viviendo un momento en el que empiezan a ocupar una parte importante del mercado. En Air Magic, sin ir más lejos, la apuesta decidida por los sistemas de climatización adiabática o evaporativa es un claro ejemplo de ello.
La climatización ecológica adiabática o evaporativa es una solución innovadora para muchas empresas y usuarios particulares. Esto se debe, en gran medida, a que:
- Permite reducir el consumo hasta en un 98 % respecto al uso de aparatos de aire acondicionado convencionales que emplean gases refrigerantes contaminantes.
- Consigue disminuir la temperatura ambiental entre 6 °C y 20 °C de forma ecológica, tanto en espacios cerrados como semiabiertos.
- Proporciona un aire limpio y libre de partículas nocivas.
Todo esto se traduce, en primer lugar, en que la huella de carbono de estos equipos sea prácticamente nula. Pero no solo eso. El retorno de la inversión destinada a la compra de los sistemas de climatización evaporativa se fija en solo 15 meses debido al ahorro energético mencionado antes.
El funcionamiento de los sistemas de refrigeración evaporativa o adiabática no necesita ni emplea gases refrigerantes. En su lugar, albergan en su interior una serie de filtros y esponjas empapadas en agua fría.
Lo que hacen, en esencia, es succionar el aire caliente del exterior y conducirlo hasta estos elementos. Después, valiéndose del primer principio de la termodinámica, el calor se transfiere al líquido, por lo que el aire introducido en el ambiente se encuentra a una temperatura sensiblemente inferior. Además, se trata de un proceso que también puede hacerse a la inversa para climatizar el espacio en invierno.
Asimismo, conviene decir que es un sistema especialmente efectivo en entornos muy secos, ya que consigue regular el nivel de humedad relativa de manera rápida y simple.
Luchar contra la contaminación sin perjuicio del bienestar es posible
La preocupación por la contaminación y el calentamiento global es cada vez más fuerte. Sin embargo, las olas de calor también son muy frecuentes durante los meses de verano, por lo que renunciar al uso de equipos de climatización en interiores se antoja imposible. Esta es la razón principal por la que apostar por sistemas adiabáticos es una decisión inteligente, tanto en el hogar como en grandes espacios industriales.